Ayer iniciamos el peregrinaje – un camino de autoconocimiento y autodescubrimiento en forma de curso llamado Peregrinas, ambientado en el Camino de Santiago, alrededor del s. XIV – y que, como ya comenté en el Inicio de este proyecto personal, es el origen de Yosoyluz.

Cuando decidí recorrer este Camino de Santiago virtual, sabía que me iba a mover y remover por dentro profundamente, ya que el Camino de Santiago tiene un significado muy especial para mí. Por un lado, mi padre recorrió a pie todo el Camino cuando se jubiló hace más de veinte años y, para él, fue una de las experiencias más importantes de su vida. Por otro lado, yo misma recorrí una parte del Camino a pie durante siete días cuando tenía veintiséis años y, para mí, también fue una experiencia muy importante en mi vida. En esos momentos, acababa de defender mi tesis de licenciatura en la universidad y estaba realmente agotada física y mentalmente. Realizar esta parte del Camino me renovó y ayudó mucho a soltar el estrés de dos años de intenso trabajo intelectual.
Hace unos meses me prometí a mí misma que, cuando recuperara completamente mi salud, recorrería a pie el antiguo Camino de las Estrellas y, cuando Peregrinas llegó a mi vida, supe en lo más profundo de mi ser que el Camino que, durante meses, había sentido que debía recorrer, era un camino virtual que me ayudaría a conocerme mejor y a sanar profundas heridas de mi infancia.
Cuando, además, descubrí que recorreríamos ese Camino asumiendo un personaje y jugando su rol, supe que este programa había llegado a mi vida por un motivo claro y sentí vértigo por lo que pudiera encontrarme en este viaje hacia mi interior. Los juegos de rol han tenido un papel muy relevante en mi vida. Mi hermano empezó a jugar a ellos cuando era un adolescente. Le encantaban y ocupaban una gran parte de su tiempo. Yo nunca llegué a entender la fascinación que mi hermano sentía por ellos y, mucho menos, quise jugar a alguno a pesar de que él me invitó a hacerlo en más de una ocasión.
Mi hermano jugaba durante horas. Primero fueron los juegos de rol y, más tarde, los videojuegos, con el consiguiente enfado de mis padres que veían a mi hermano mucho más interesado en jugar que en estudiar.
Ayer, durante nuestra primera partida de rol, empecé a imaginarme la partida que estábamos jugando en el curso como si la estuviera jugando en el ordenador con mi hermano. Me sentí muy extraña físicamente, como si me hubiera desdoblado y estuviera en dos lugares al mismo tiempo… y, entonces, empecé a llorar y a llorar y me empezó a doler la zona del plexo solar y la tripa. Me podía ver a mí misma, sentada al lado de mi hermano, no en el momento en el que mi hermano empezó a jugar a juegos de rol, sino en el momento presente. Momentos más tarde y, a medida que Mónica, la terapeuta de este curso, me acompañaba en el proceso, vi a mi hermano llorando. Ahora él era un adolescente y me miraba a los ojos entre lágrimas. Sentí en esos momentos que se sentía solo e incomprendido pero que, al mirarme, su soledad era menor. Yo quería sentarme junto a él y acompañarlo en el juego y sentía que él también quería que lo hiciera. Me sonreía y me ofrecía un asiento a su lado, pero algo me impedía hacerlo. Sentía que, si me ponía a jugar con él, mis padres se enfadarían… aún más, pensé que seríamos dos hijos – y no sólo uno – los que les estarían defraudando y dando problemas. Me sentí profundamente dividida internamente. No podía decidir qué hacer. Si elegía el camino que me conducía a mi hermano, estaría traicionando a mis padres y, si elegía el camino que me llevaba con mis padres, estaría abandonando a mi hermano.
Seguí llorando durante bastante tiempo y sintiendo múltiples dolores en distintas partes de mi cuerpo y tuve que hacer bastante trabajo interior para poder integrar lo que se me estaba moviendo y reequilibrar mi energía. Una hora después, me di cuenta de que de adolescente yo tomé uno de los dos caminos aún sin haber sido consciente de ello. Yo opté por el camino que me conducía a mis padres, elegí ser leal a ellos, sin reparar en esos momentos que había dos caminos y que, de la misma manera que yo elegí uno, podría haber elegido el otro.
Gracias a esta partida, a esta oportunidad de visitar de nuevo uno de los momentos que más marcaron mi vida como adolescente, pude ver por primera vez ambos caminos y eso me permitió ampliar mi visión y entenderme mejor a mí misma.
Imagino que a mi hermano le hubiera gustado sentirse más apoyado con el juego. Ahora puedo ver lo importante que esto era para él. Yo fui muy dura en ese sentido. Lo rechacé por completo y eso me alejó tremendamente de él. La relación con mi hermano ha sido para mí difícil desde entonces. Con veintiún años, mi hermano se marchó de casa. Pasamos más de veinte años sin hablar. Nunca entendí por qué se marchó de casa y por qué arremetió contra mí especialmente cuando lo hizo, hasta hace cinco años que empezamos de nuevo a hablar. Eso me ha pesado tremendamente durante años e hizo que derramara ríos de lágrimas durante mucho tiempo. Me sentía culpable por algo, aunque no podía identificar qué era. Ayer, sin embargo, algo cambió y sentí que entendía a mi hermano un poco más, que mi hermano no se sintió apoyado ni entendido por mí en distintos momentos de nuestra adolescencia, no me sintió a su lado.
Seguí llorando y sacando años de dolor y sufrimiento atrapados en mi cuerpo y me di cuenta también de que, lo mismo que había sentido con mi hermano, había ocurrido con una de mis hermanas. Mi hermano adoraba los juegos de rol y mi hermana la lectura. De niños, mi hermano y mi hermana optaron por el mundo de la imaginación, la creatividad y el juego. Mi hermana mayor y yo optamos por los estudios y el trabajo duro, sin juego, imaginación ni diversión.
Siempre he creído que no tuve elección de niña, que la única opción en casa era obedecer a mis padres en todo y estudiar con unos niveles de exigencia enormes que dejaban para mí fuera totalmente el juego y la diversión y me sentía atrapada por ello.
Ayer me di cuenta de que sí tuve elección, la tuve porque dos de mis hermanos eligieron algo diferente, que yo también podría haber elegido, al igual que ellos. Yo simplemente elegí un camino distinto al de ellos y, al hacerlo, pensé que mi hermana mayor y yo habíamos hecho lo correcto y mis otros dos hermanos lo incorrecto y eso, poco a poco, nos fue distanciando entre nosotros.

Hoy yo elijo poner un poco de luz en mi adolescente y me permito honrar a mis hermanos abriendo mi corazón y mi mente al mundo de la imaginación, la creatividad y el juego. Gracias a mis hermanos, hoy lo puedo recuperar. Ellos me enseñaron y me enseñan cada día el camino hacia él. Sin ellos, seguiría perdida y por ello les doy las gracias desde lo más profundo de mi ser.
El mandala que hoy comparto aquí está dedicado a mi hermano. Lo empecé a pintar hace meses y hoy lo he terminado pensando en él. Gracias, José Javier, por abrir hoy por fin mi mundo a los juegos de rol.
(escrito el 2 de mayo de 2020)
Yosoyluz. Ésta es mi luz. Veo la tuya y la honro.
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